Por aquellos días, María se fue de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea, y entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se le estremeció en el vientre, y ella quedó llena del Espíritu Santo. Lucas 1:39-41
Ayer vimos a María aceptando la propuesta del ángel
mientras realizaba sus tareas cotidianas. ¿Y ahora qué? ¿Qué hago después de
semejante encuentro?.
Cuando el ángel le dijo que también su parienta Isabel iva a tener un hijo, a pesar de que era
anciana, movilizó a María para visitar a su prima, y compartir así su alegría. Fue para hablar,
reír y llorar. ¡No es necesario comprenderlo todo!. Solo se necesita
compartirlo, vivirlo en comunidad. Cuando hacemos esto, somos llenos del
Espíritu Santo. La vida plena es cuestión de vientres en común.
Solo pueden entender los misterios del Señor, quienes
ofrecen el vientre y comparten la alegría de la vida en comunidad.
Enséñanos a
ponerle el cuerpo, a la obra de tu Espíritu Santo.
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