Un hombre del pueblo

por José Luis Lozano
¿Con qué puedo comparar a esta generación?; dijo Jesús. Se parece a los niños que juegan en la plaza, y que gritan a sus amigos:“Tocamos canciones de bodas, y no bailaron; entonces tocamos cantos fúnebres, y no se lamentaron”.
Porque vino Juan el bautista, que vivía en el desierto, como un ermitaño y era poco sociable, no comía ni bebía, y ustedes dijeron: “Tiene un demonio, está loco”. Vine yo; el Hijo del hombre, que me integré con todo tipo de gente, compartiendo penas y alegrías, disfrutando de los momentos gratos, comiendo y bebiendo y dicen: “Éste es un glotón y un borracho, amigo de recaudadores y pecadores”. (Mateo 11:16-19)
Fue un hombre mal visto para los “decentes” y “líderes religiosos” de su época. Su vida les resultaba de mal testimonio y un verdadero escándalo. En los evangelios, se conservan algunas expresiones de lo que de él se decía: “comilón, borracho, amigo de rameras, endemoniado”. Sus hermanos judíos le decían “eres un samaritano” (Juan 8:48), lo que equivalía a decirle “bastardo”, o “hijo de prostituta”.

Podían criticar a Jesús porque se mezclaba demasiado en la vida cotidiana de la gente común, pero en él la gente descubrió una nueva bondad, una nueva vida. Fue un hombre del pueblo. Su ambiente natural fue la plaza, la calle y el barrio.

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